Por Enrique Cirules. La Habana, 9 de marzo del 2008.
Conozco a la escritora Moravia Ochoa hace más de treinta años. La conocí a través del preciado amigo Ricaurte Soler, con motivo de una recepción en el Palacio de la Revolución de Ciudad de La Habana, ese año en que Soler y yo formamos parte del jurado Casa de las Américas; y desde esa época he sostenido una regular comunicación con Moravia; pero sobre todo con su obra, atento siempre a la lectura de sus libros, al creciente proceso de su creación literaria; de una obra que tanto aprecio y respeto, y que considero de extraordinaria calidad. Obra genuina, paradigmática expresión en la literatura latinoamericana. Tanto en su poesía como en sus textos narrativos, y en la maravillosa actividad cultural, que Moravia ha desplegado no sólo en su país sino en el resto de nuestra América.
Debo decir además, que valoro el manejo que Moravia hace de la palabra escrita; y en todos estos años, en la medida en que me acercaba cada vez más a su obra, ese respeto y esa admiración por esta mujer es cada vez mayor. Porque Moravia ha sido capaz de ir tejiendo una vigorosa presencia, a través de libros, folletos, paginas de periódicos y revistas, por lo que su prestigio intelectual ha alcanzado una excelente estatura, no solo dentro de Panamá sino en otros muchos países de nuestro entorno cultural. Es con su voz, siempre dispuesta a cantar a las ilusiones, esperanzas y rebeldías.
Esa intrínseca vocación de Moravia, es la que ha generado mi acercamiento continuo a su obra; y a su vez, es con esa obra, que ella se ha ganado la amistad y el respeto de muchos y preciados intelectuales y artistas, desde del Caribe a las generosas tierras del sur, donde Moravia es ya un obligado referente, por su condición humana y su calidad artística y literaria.
Es preciso subrayar que en nuestras tierras a Moravia se le ve como una importante personalidad de la cultura panameña, tan llena siempre de solidaridad hacia las causas mas nobles de nuestro continente.
Es en estas, nuestras tierras de América donde Moravia, de manera callada, con una modestia extraordinaria, ha forjado una querida imagen capaz de trasmitirnos el vigoroso espíritu de la cultura panameña. Es toda ella una mujer expresión de la ternura, del canto poético y el torrente narrativo, que se inserta con singular maestría en la tradición literaria de nuestros países.
Moravia, sin dudas, constituye una expresión contemporánea, de amor, bondad, sabiduría, afán de justicia social, a través de una excelente poesía y el acertado vigor de una magnífica obra narrativa. Esta mujer, de una modestia y entrega proverbial, que ha hecho del oficio de escritor una preciada arma del espíritu humano. Algo que inició desde su más temprana adolescencia, cuando obtuvo el Premio Nacional de Poesía con RAICES PRIMORDIALES, en 1960.
Es así que la obra de Moravia Ochoa tiene la virtud de estar vinculada siempre a los más significativos valores de nuestra época; no sólo su actividad poética, narrativa, sino también como organizadora de la actividad cultural, como un ser cuya acción es extraordinariamente útil a la cultura de Panamá. Es así como nosotros, los escritores y artistas cubanos, vemos la actividad creativa. Es así como apreciamos los valores humanos de nuestra querida y respeta Moravia Ochoa.
Distinguida con Premios y Menciones en el concurso Ricardo Miro en varias ocasiones, nunca ella se ha limitado a la escritura solitaria; sino que su voz, es el reflejo de las ilusiones y esperanzas de nuestros pueblos americanos.
Moravia ha sido y es, dentro de la literatura latinoamericana, una voz valiente. Una voz con una dimensión cada vez más significativa, inserta en esa corriente que han trazado los grandes creadores de nuestras tierras. Es una voz y alma genuina de Panamá.
Puedo asegurar sin equívocos que en los últimos cuarenta años no se ha producido en nuestras culturas un acontecimiento significativo, un reclamo a una causa noble y reivindicativa, que no haya tenido la voz solidaria de Moravia Ochoa. Su obra, su accionar, toda ella, siempre ha sido una búsqueda constante, la expresión emocionada de los sentimientos, con la ternura o la fiereza, según haya sido el caso.
De manera que en todos estos años he tenido la dicha de estar recibiendo sus libros, sus folletos, y he podido disfrutar con ellos de una genuina obra de creación. He podido apreciar su calidad artística, su calidad humana, de una escritora que ha encarnado sus inquietudes, sus desvelos, su ternura, su fiereza, su amor a su tierra, de una manera sabia. El desvelo que siempre acompaña a un verdadero creador.
Tengo aquí, muy cerca, en mi biblioteca, muchos de sus libros y folletos, desde sus Cuerdas sobre tu voz, donde la poeta nos entrega, con su clara y precisa y delicada armonía, el tema de las luchas sociales.
Tengo aquí esa obra que Moravia ha trenzando con el paso de los años, unas veces a través de bellos sonetos: Donde transan los ríos, y en otras ocasiones con textos tales como Círculos y planetas, o en esa dimensión de peculiar frescura y emotividad que puede observarse en Ganas de estar un poco vivos.
Pero a veces, en Moravia se revela esa otra arista, donde se subraya con peculiar emoción la presencia femenina, imagen purificadora, como ocurre con la edición de sus poemas que publicara el Grupo experimental de cine universitario, de la Universidad de Panamá.
Y nunca porque su poesía dejara por detrás la ternura ni el encanto de una personalidad como es Moravia Ochoa, cuando se hace presente en sus textos la poesía política.
Su poesía, antologada por esclarecidos estudiosos, con sus diversos temas, sociales, culturales y humanos.
El cuento o la narración breve ha sido también objeto de la atención suya, para comunicar espacios que a la escritora le resultan tan esenciales. Escritora versátil, inquieta, tesonera, movida por grandes y edificantes pasiones. A Moravia nada le es ajeno, ni siquiera la utilización de otros géneros, cuando se trata de expresar ideas, rebeldías y fierezas.
El cuento, material y objeto de sus desvelos, para expresar su condena a la infamia que se cometió contra Panamá; infamia que tuvo su respuesta en su libro Cuando María despreció a los rubios de Oakland. De igual modo, entre sus textos narrativos, aprecio con mucha emoción, por su valentía y honradez sin límites, el libro Juan Garzón se va a la guerra (2000). Libro que nos llegó como un testimonio acusatorio contra las tropas norteamericanas que invadieron a Panamá. La cobarde agresión que le costó ríos de sangre a un pueblo que tanto admiramos. A un pueblo, al que Moravia, sin ninguna vacilación, ha entregado su talento y su ingenio creativo. Las futuras generaciones encontraran en Juan Garzón se va a la guerra esa revelación de lo acontecido. Algo que Moravia nos comunica de manera magistral, con las armas de la literatura, de la cultura, de la creación literaria.
Por último, más recientemente, Moravia nos ha iluminado con un texto como La casa inmaculada. Lo tengo aquí, sobre mi mesa, leído y disfrutado, casi soñado, donde he podido apreciar de nuevo su talento y su fuerza creadora de una verdadera artista.
Creo, para añadir unas palabras más, que la obra y la vida de Moravia tienen el encanto y la fascinación de los grandes creadores de nuestro continente, de los grandes poetas que nos ayudan a comprender este complejo, triste a veces y siempre maravilloso universo por el que transita nuestra época.
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