Dos ciudades, en continentes distintos y separadas por el Océano Atlántico, pero unidas por el nombre y una idiosincrasia especial. Ambas comparten una rica historia atravesada por la religión, la cultura y la gastronomía. Y en las dos, sus habitantes hablan con una tonada particular.

Nuestra Córdoba cumple hoy 447 años desde su fundación. Pero su inspiradora, la Córdoba española, es milenaria. Ambas comparten el entorno montañoso, el buen humor y el gusto por la excelente gastronomía.

Fue un 6 de julio de 1573, cuando el sevillano Jerónimo Luis de Cabrera, fundó a orillas del río Suquía, la ciudad de Córdoba de la Nueva Andalucía. El nombre elegido fue un homenaje a la tierra natal de la familia materna de su esposa, Luisa Martel De los Ríos.

Desde entonces, la Córdoba argentina, la primera en fundarse en América latina, presume por ser más poblada y más extensa que su homónima española, con mucha más historia, fundada en el año 169 A.C. por el pretor Claudio Marcelo, en las estribaciones del río Guadalquivir.

Aquella Córdoba refleja el protagonismo de las civilizaciones que la poblaron: romanos, musulmanes, judíos y cristianos. Éstos dejaron una profunda huella que le valieron cuatro declaraciones como Patrimonio de la Humanidad: su Mezquita Catedral, el Centro Histórico, la Fiesta de los Patios y la Medina Azahara.

Por su parte, la Córdoba de este lado del Atlántico tiene una historia de apenas medio milenio, aunque mantiene intacto los testimonios del período colonial. Su legado religioso –la Manzana Jesuítica en el centro de la ciudad y el Camino de las Estancias en el interior provincial– también fue declarado Patrimonio de la Humanidad.

Ambas Córdobas, además de llevar el mismo nombre y de compartir el idioma español, tienen algunas similitudes en cuanto a la forma del “ser cordobés”: el modo de hablar con un canto y tonada particular, algunas “eses” que no se pronuncian, el humor, la simpatía y la amabilidad.

También tienen algún parecido en el entorno natural, el paisaje montañoso, el clima y con esto, la producción de alimentos como el vino y el aceite de oliva. Con todos estos recursos, el turismo para ambas provincias son actividades económicas destacadas.

Cultura y gastronomía

La Córdoba argentina conserva importantes expresiones del patrimonio arquitectónico del país. El centro histórico de la capital reúne un conjunto de edificios provenientes de la época colonial y del siglo XIX. También se destacan sus museos, monumentos históricos, la Media Legua de Oro y, en interior provincial, el Camino Real y las Estancias Jesuíticas.

La Córdoba española posee magníficos edificios, patios, palacios, caballerizas reales, museos, monumentos, castillos y callejas de las flores. Son de visita obligada el Puente Romano sobre el Guadalquivir, la Mezquita Catedral, el barrio de la Judería, Alcázar de los Reyes Cristianos, la Medina Azahara, el Templo Romano, entre otros.

Ambas ciudades también tienen una variada gastronomía. La Córdoba europea se desataca por la elaboración de platillos mediterráneos con un sello de identidad propio y alimentos con denominación de origen, como el aceite de oliva, el vino y el jamón ibérico.

Por su parte, esta Córdoba cuenta con una excelente gastronomía diferenciada por regiones. Tiene una importante tradición vitivinícola, ya que las primeras cepas fueron implantadas en el siglo XVII en la zona de Jesús María, siendo los precursores del vino para misas, como el “lagrimilla”. Este vino era elaborado en América y enviado a los Reyes de España.

Hay infinidad de rasgos que pueden tomarse para poner en diálogo la identidad de una y otra Córdoba, rasgos que nos hacen sentir orgullosos de ser cordobeses, en cualquier continente.

Nota publicada en el diario La Voz del Interior el 6 de julio de 2020.