Extracto de un artículo del periodista Carlos Marín Calderín
Quizá en muy pocas regiones colombianas sucede lo que en Córdoba, descrito magistralmente por el escritor David Sánchez Juliao: “Córdoba es el territorio que más talento produce por kilómetro cuadrado”.
En un triángulo geográfico de poco más de cien kilómetros, de tierra, río, ciénaga y mar han nacido Francisco Zumaqué, José Luis Garcés, Miguel ‘Happy’ Lora (su boxeo era, más que deporte, una expresión artística corporal), Raúl Gómez Jattin, Luis Felipe ‘el Cabo’ Herrán, Lucy González, Pablo Flórez, Antolín Lenes, Miguel Emiro Naranjo, Jorge García Usta, María Barilla, Cristo Hoyos, Gustavo Tatis, Julio Castillo, Juancho Nieves, Alejandro Ramírez, Adriana Lucía, Martina La Peligrosa, el mismo Sánchez Juliao, Manuel, Juan y Delia Zapata Olivella, Marcial Alegría y Juan Gossaín, entre muchos otros.
Manuel Zapata Olivella decía que eso sucedía por la vitamina del bocachico, el pez característico del río Sinú cuya vida reproductiva se afectó tras la construcción de la hidroeléctrica de Urrá. Juan Gossaín nos lo explica así: “Eso se debe a que, en esa pequeña región del Caribe colombiano, que es al mismo tiempo marítima y rural, se juntaron emigrantes del mundo entero: españoles, ingleses, franceses, holandeses, árabes, chinos. Unidos al campesino nativo, y al indígena raizal, produjeron un hombre nuevo, un hombre universal”.
Piedad Bonnett, para quien es muy difícil contestar la pregunta de por qué Córdoba produce tanto arte, también cree en la mezcla cultural como una de las razones, pero aventura otra teoría: “una tradición oral rica; creo que hay mucha gracia y viveza en la cultura popular, y que de eso se nutren esos artistas”.
La influencia del paisaje, como una presencia viva, que es memoria colectiva y fuente de placer a la vez, inspira otras explicaciones. “El río, las playas y sabanas de nuestra región, más la calidez y la espontaneidad de la gente permiten que cada quien, en su estilo, haga arte con el retrato que les brinda esa parte de Córdoba que les tocó como herencia”, dice la poeta monteriana Ela Cuavas, ganadora en 2019 del Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus, y ella misma un ejemplo del tema en cuestión.
A Irina Henríquez, poeta, le sorprende del Sinú, en especial, el tono de su verde. “Ese paisaje natural y la ancestralidad de su río, son para mí el origen de la poética de sus hombres y mujeres”, afirma.
El nativo de esta región —quizá más el rural que el citadino—, es un ser con una dualidad anímica curiosa: por un lado, lleva en su ADN el ensimismamiento del indígena zenú que pobló estas tierras, reservado a veces en la expresión de sus sentimientos, y, por el otro, la viveza de ingenio del caribeño, que se ríe de sus defectos y de la pobreza que le agobia, pero que no le arrebata el apunte divertido: “Mandas más dientes que un bulto de ajo” o “Das más vueltas que corcho en remolino”.
Un ejemplo es el baile del fandango, una danza rápida que se desarrolla alrededor de una banda de músicos y en sentido opuesto a las manecillas del reloj para que el tiempo no pase: a ella en su andar se le ve coqueta, y a él, que la persigue, callado y hasta nostálgico.
Para Julio César Pérez, escritor y doctor en Literatura Española e Hispanoamericana, una de las funciones del arte es la de registrar, analizar y expandir la realidad. “El artista es un transductor, en tanto transmite y transforma sentidos, ideas y conceptos. Estos artistas mencionados han contribuido a difundir y universalizar el folklore, las tradiciones e idiosincrasias de comunidades sinuanas y sabaneras y, a su vez, han ayudado a forjar la memoria cultural de una subcultura que podemos denominar como cordobesía”, explica.
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Nacer en Córdoba (departamento desde 1952, y que debió llamarse Sinú en honor a la región y a uno de sus ríos y no en honor a un militar antioqueño), es recibir una herencia que da cuenta de violaciones, luchas y reivindicaciones, de olvidos eternos, pero también de un legado cultural triétnico, que, con los siglos, siguió enriqueciéndose con las migraciones. Hoy esa facilidad para el arte y la creatividad definen a esta región en donde a la hora de hablar, escribir, pintar, cantar, bailar, las cosas no son como son, sino como queremos que sean.
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